Cuando los ángeles ríen, llora la humanidad
Humor e hiperseriedad
“nadie que se ríe de sí mismo puede parecer risible”
Por: Pedro Trillo
Para algunos científicos estudiosos del comportamiento de la especie humana somos una especie neonatal, infantil, y a ello debemos el hecho de que nuestra inteligencia permanezca siempre en un estado general de desarrollo.
Habida cuenta del estado general de las cosas en el mundo, me pregunto si los científicos no serán víctimas de sus propias conclusiones, porque si las ciencias humanas tienen la madurez que se le atribuye a la especie, entonces la ciencia es una goma de mascar.
Sobre esto hace unas semanas el cantante Miguel Bosé declaraba para un suplemento madrileño, que él quería que su música fuera como el chicle, que pudiera masticarse. En Europa donde posmodernismo significa “bien surtido” -en palabras de Finkielkraut- el consumismo de las ideas como de la música se expresa con imágenes como la usada por el cantante. Pero no es la goma de mascar la que nos aleja de la metafísica decía Max Horkheimer, y añadía, lo que debemos dejar en claro es que la goma de mascar es metafísica.
Ahora, con propiedad, podemos agregar que la ciencia también es una goma de mascar.
El homo erectus es un mono caído
Los textos nos dicen que los hombres y los monos descienden de algún tipo de simio del Mioceno. Hace unos 10 a 20 millones de años ocurrió para Carlton S. Coon lo que narra en su Historia del Hombre: “Los antepasados de los monos, tras un periodo de prueba en el suelo volvieron a colgarse de los árboles, los nuestros permanecieron abajo, se incorporaron sobre sus patas traseras, fabricaron herramientas, caminaron, hablaron y se convirtieron en cazadores”.
Pero esta es otra brincadeira de los científicos sociales. Veamos cuál es el absurdo implícito. Propongo el siguiente experimento que cualquiera de ustedes puede realizar: coja usted un científico social, desplácelo a la selva virgen (vírgenes creo que ya no quedan más…, vamos, vamos, sé que es un experimento difícil, pero, ¡Adelante!). Una vez allí ofrézcale la opción de desplazarse por el suelo o literalmente por los aires sobre las copas de los árboles. Comprobará que su elección será esta última opción y ello no responde a su inteligencia sino a su instinto, lo que no constituye ningún agravio ya que los peligros que acechan a ras del suelo en la selva, tanto hoy como millones de años atrás, son argumentos suficientes para sentir saudades de nuestra mona existencia.
Hay que tener en cuenta que esta palabra portuguesa saudade es única. No existe en ningún otro idioma, es mucho más que una nostalgia o un recuerdo, es un sentimiento que implica revivir un momento con la fuerza violenta de la primera vez.
Fue la presión de los cambios ambientales debida a las enormes variaciones climáticas producidas en el Mioceno lo que debió haber obligado a los monos más fuertes a tirar abajo a los más débiles cuando empezó a escasear el alimento y el espacio físico. Esta teoría desarrollada por Branco Bokun, antropólogo croata, le permite decir que “nuestros ancestros, nuestros Adanes y Evas fueron sin duda expulsados del Paraíso, pero no por Dios Todopoderoso sino por los monos superiores físicamente”, y agregar que, “ el hombre entonces desciende de los monos caídos”.
Estas criaturas tendrían que haber sido las más inofensivas y débiles de su especie, las menos perfectas y especializadas, es decir las más flexibles y adaptables. Y ello fue lo que la naturaleza obró. Formulado millones de años después por los sofistas griegos y que los países como Brasil, con problemas de deuda externa podrían retornar: hacer fuerte el argumento débil.
El homo faber mató al homo ludens
Dijimos que en sus orígenes éramos una criatura inofensiva, alegre y juguetona; pues bien, casualmente el juego como actividad libre y exploratoria, guiado al azar por la curiosidad, permitió a la humanidad descubrir los instrumentos que contribuyeron a su primera supervivencia.
El juego es una actividad que amplía el campo de acción redescubriendo los objetos del entorno, les otorga así un nuevo valor de uso. La actividad lúdica parece que fue la primera especialización del hombre. Hay quienes afirman que el homo ludens precedió al homo faber.
El homo faber inaugura la capacidad de abstracción del pensamiento. Siguiendo a Bokun decimos que casualmente porque el hombre es capaz de alcanzar las cumbres más elevadas del pensamiento abstracto es que puede llegar a encontrar cómodamente instaladas en ellas el absurdo.
Con la capacidad de abstracción también aparece en estado germinal y frágil el Yo, que es una invención de nuestra mente (Bokun). Al interactuar procesos de temor o estrés, un Yo carente, insuficientemente abastecido, frustrado en sus expectativas, impotente y nostálgico, obliga a actuar a la mente con los mecanismos de defensa conocidos: evasión, huida o ataque. Que curiosamente constituye el mismo tipo de respuesta de nuestro mecanismo de defensa celular frente a un intruso o cuerpo extraño. Por este mecanismo de adaptación o correctivo la mente creo la Fe, que es un desesperado grito pero al mismo tiempo un poderoso mecanismo de autoafirmación. Un mundo de creencias reemplazó a un orden natural. De allí podrían derivarse todas las creencias contemporáneas: la de un mundo mejor, la de la infalibilidad del progreso, la de una vida después de la muerte, etcétera.
Cada época está marcada por sus creencias y el esfuerzo del hombre por imponerlas a la realidad. Con el homo faber la especie deja de jugar e inicia el largo camino de lo que Bokun da en llamar la exageración de las abstracciones.
La hiperseriedad no mató el humor, pero le usurpó la risa.
La hiperseriedad es la exageración de las abstracciones, por eso el Estado, la Iglesia –las instituciones más abstractas que ha creado la mente del hombre- y sus voceros y dirigentes, mientras más alto cargo ocupen o sean socialmente más estimados, más serios se mostrarán y por lo tanto más ridículos.
La hiperseriedad no es la negación de la risa, es su esencia misma, la crema y la nata de la diversión, lo ridículo in excelsus. De todas las instituciones, el poder político es fuente y savia inagotable del absurdo y la comicidad. Sin embargo, el profesor George J. Stigler premio Nobel de Economía, observa que “la afirmación de que una sociedad no tiene alma que condenar ni cuerpo que golpear, ha sido refutada con énfasis y éxito por muchos políticos hasta el día de hoy”. Por ello cuando los políticos ríen, la sociedad está llorando.
La forma como la hiperseriedad recupera la risa para sus propósitos está originalmente expuesta por Jules Michelet, ese genial y visionario historiador francés del siglo XIX, redescubierto por la posmodernidad y cuyo pensamiento ha nutrido la pluma de Umberto Eco y Milan Kundera.
Jules Michelet dijo que el diablo encontró en la risa un arma poderosa con que aniquiló las normas y superó todas las represiones medievales. La risa era el refugio de los débiles frente a la hiperseriedad que tuvo en la oscuridad medieval un auge comparable al actual. Al ver los ángeles próxima su derrota decidieron imitarla, elaborando su propia y congelada risa en la Ilustración. Desde allí la risa no volvió a ser la misma, hubo dos risas, la del Diablo y la de los Ángeles.
La risa del Diablo es alegre despreocupada, distendida, irreverente contra todo lo sagrado, contra todas las esperanzas, optimismos y creencias asentadas en abstracciones totalizadoras que devienen en totalitarias, digo esta risa es el HUMOR, que da sentido y amplitud a nuestras vidas, que ha sido siempre un solaz para curar las heridas provocadas por la hiperseriedad, un poco de agua fresca, de pan dulce. El humor desarma las absurdas pretensiones del no menos absurdo hombre, revela lo ridículo de nuestro exagerado egocentrismo.
La risa de los Ángeles que enajenó el humor fue la BURLA. Etimológicamente esta palabra no está vinculada a la risa. Su ligazón es nueva. Por definición la burla es: usurpación, engaño, timo. La burla es la usurpación de la risa por la hiperseriedad, es la negación del humor, el ingenio niega el humor porque la burla oculta en lugar de descubrir. La hiperseriedad no resiste la autenticidad del humor, donde este se halle tratará de destruirlo. Uno de los más grandes exponentes de este tipo de ingenio fue casualmente Voltaire, un hombre de la Ilustración, que como sabemos no tenía ni un ápice de sentido del humor.
La burla tiene la función de usurpar la risa al humor, esclavizándola y poniéndola al servicio de la hiperseriedad. Un resentimiento siempre está en la base de la sátira o hipercrítica.
El humor tiene la función de distender, la burla de tensionar. Solo mediante el ejercicio del humor podemos llegar a ser realmente libres, libres de nosotros mismos.
Séneca observó que “nadie que se ríe de sí mismo puede parecer risible” y cerca de dos mil años después tocaría añadir,… salvo a los ojos de los ángeles.
Pubiclado en el Diario La República en Mayo de 1988